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El cielo se detiene al fin en el agua a pedir su pan:
los pastos secos aprenden a cantar ardiendo, para devolverle a las cosas
la forma que nadie ve. Se abre definitivamente la tierra que tiene al padre
y a la madre adentro: duele como nunca la voz sin nombrar nada.
El sexo del sol en la noche es un ojo de carne y comemos del espejo roto
como de un plato lleno: todos los pedazos que caen pidiendo socorro,
la frente los recoge hasta volverlos sudor dulce, existir que no cesa.
Raúl Silanes
LA ILUMINADA
2 comentarios:
Pasaron los días y estuve ausente pero vuelvo renovado de estas vacaciones, con ganas de leer y comentar… con ganas de compartir esa magia que atesoran las palabras.
Besos almendrados ;)
Siempre estamos volviendo... de eso no hay dudas.
Un abrazo
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